A propósito de la muerte de Stephen Hawking
En 1963, el famoso físico inglés Stephen
Hawking fue diagnosticado con ELA (esclerosis lateral amiotrófica), y sus
médicos le dieron una esperanza de vida de apenas dos años. No obstante ese
desahucio, murió esta semana a sus 76 años; y aunque pasó la mayor parte de su vida confinado a una silla de
ruedas, escribiendo primero con su única mano funcional, luego al perder la
movilidad de esta con un sintetizador de voz y más tarde con otros artefactos
que operaba con sus movimientos oculares para suplir su falta progresiva de
movilidad, logró trabajar y comunicar ideas que revolucionaron las ciencias
astrofísicas, y publicó múltiples
trabajos que le dieron fama mundial como una de las mentes más brillantes de
nuestra generación.
La muerte de Hawking representa sin dudas la
pérdida de un gran genio, y un ejemplo de lucha por la vida, y de triunfo en
medio de la discapacidad física que merecen ser recordadas. En entrevista con
Diane Sawyer la conocida periodista y presentadora de la ABC, a pregunta
expresa, Hawking resumió tres los consejos que él trasmitió a sus hijos para la
vida: “Uno: recuerda mirar hacia arriba, a las estrellas, y no hacia abajo, a
tus pies. Dos: nunca te rindas ni dejes de trabajar. El trabajo te da
significado y propósito y sin eso la vida es algo vacío. Y tres: si tienes la
fortuna de encontrar el amor, recuerda que eso no es común y no lo arrojes
fuera”[i].
Otra dimensión loable de Hawkings fue su
sabiduría para convivir con su discapacidad con aceptación y hasta con sentido
del humor. En 2010 fue la periodista Claudia Dreifus en entrevista para el New
York Times le preguntó: “¿Qué le diría a una persona que es diagnosticada con
una enfermedad grave, como ELA?” -"Mi consejo sería que se concentrara en
lo que la discapacidad no impide realizar bien y que no eche de menos aquello
con lo que interfiere. Que no sea discapacitado de espíritu tanto como
físicamente”[1].
Sin querer demeritar las cualidades humanas e
intelectuales de Hawking, podríamos pensar que es también un ejemplo de que la
genialidad en un campo del saber no necesariamente se transfiere a otros campos
de los que el genio no es especialista, ni la sabiduría en una dimensión de la
existencia, significa que una persona pueda considerarse una autoridad en todas
las dimensiones espirituales de la vida. En el caso de Hawking, su profundo
conocimiento del universo, no fueron una vía para vislumbrar al autor de esa
obra, a Dios causa del universo, su creador.
Cuando en 1988 Howking publicó “Breve historia
del tiempo”, uno quizá podría interpretar el asomo de una dosis de fe en Dios
como autor del cosmos, al explicar el descubrimiento de una serie de principios
científicos que integraban teorías diversas, llamados “la teoría del todo”, opinó
que estos descubrimientos permitirían a los científicos llegar a “conocer la
mente de Dios”. Pero en un libro posterior sobre la búsqueda de la teoría del todo,
llamado “El gran diseño”, publicado en 2010, Hawking dijo que el mecanismo
subyacente al origen del universo estaba llegando a ser tan bien conocido que,
Dios, ya no era necesario”. Y es que al parecer para Hawking, la fe era una
especie de ingenuidad que se superaba mediante el conocimiento científico:
“Antes
de entender la ciencia, es natural creer que Dios creó el universo. Pero ahora
la ciencia ofrece una explicación más convincente. A lo que yo me refiero al
decir que ‘vamos a conocer la mente de Dios’, es que sabremos todo lo que Dios
puede saber, si es que hay un Dios, pero en verdad no lo hay. Yo soy ateo”.
El hecho de que Hawking haya sido un genio de
la física, no significa que haya sido genial e infalible en áreas externas a su
especialidad. Tampoco significa que se requiera ser un genio de la teología
para poder percibir la “mente” o la sabiduría de Dios en la naturaleza o en la
humanidad. Se trata de planos muy diversos de la realidad. La fe en Dios, si
bien no es un acto irracional, ni un atentado contra el conocimiento y la
sabiduría científica, tampoco se puede alcanzar con el mero esfuerzo
intelectual. Se trata de entrar en la sintonía de Dios, en la “frecuencia de
onda” por la que Señor revela la lógica de su mente, por decirlo así, que si
bien está presente en la armonía y la tendencia a la constructividad compleja
del universo (entropía negativa), que lleva la energía a la materia, la materia
a la vida, y la vida al amor, etc. tampoco se agota en todo esto.
Los creyentes el pensamiento de Dios sólo puede
ser plenamente comprendido por Dios. Y el mejor camino para comprender la
“mente de Dios”, no es escudriñar en la ciencia, sino en la experiencia de
Jesús de Nazaret, el hombre-Dios, quien estaba en absoluta y total “sintonía de
onda” con la de Dios, y mediante su forma de vivir, sus palabras y acciones nos
fue revelando lo que nosotros, seres con “aparatos receptores de baja
fidelidad”, por así decirlo, no podíamos captar por nosotros mismos a ese grado.
Jesús nos reveló a las claras, lo que a tientas los hombres de fe de judaísmo
previo a Él, iban vislumbrando: Qué Dios tiene mente de Padre, y que actúa
amorosamente porque el amor es su esencia; o sea que la mente de Dios es
amorosa, porque Dios es amor.
No podemos saber con certeza si cuando Hawking decía
a sus hijos que el amor era una experiencia rara, su experiencia proyectaba lo
elusivo que el amor había resultado desde la sintonía de su propio estilo de
vida, pero creo que al valorarlo y ponderar la importancia de cuidarlo, en realidad
no estaba tan lejos de Dios como él creía.
[1] Cfr. Discapacidad on Line, http://www.discapacidadonline.com/stephen-hawking-la-peor-discapacidad-no-es-la-fisica-sino-la-del-espiritu.html, consultado el 22 de marzo de 2018.
[i] Cfr. Youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=MJBwKCHjlXI, publicado el 07 de junio de 2010,
consultado el 22 de marzo de 2018.
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